Dios lo veía, sus criaturas humanas no eran más que carne pecaminosa, bajo el control completo del pecado. En una demostración asombrosa de su paciente amor, Jehová, el Dios Salvador, le concedió a la raza humana otros 120 años de gracia. Por más de un siglo le iba a seguir hablando a la humanidad a través de su vocero y trataría de revertir la deriva mortal hacia la maldad, tratando de detener a las personas en su loca carrera que las llevaba al precipicio del juicio. Una de las características
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